Ciertamente, muchas cosas podríamos esperar de este verano, pero, ¡tened por seguro que actuar en las Fiestas Populares de Lavapiés no era una de ellas!
¡La noticia es un bombazo! Nos invade una excitante felicidad, seguida de otra sensación más calmada y aplastante como lo es la responsabilidad. Es un gran evento y hay que estar a la altura. Como contamos en “Alas”, la vida es un viaje a lo desconocido que puede imponer respeto, no obstante, la ilusión y el trabajo bien hecho son el equipaje que habremos de facturar.
Y así lo hicimos. Tras conocer el tiempo exacto de show, empezamos a preparar un bolo de principio a final: Juventud en Tránsito. Una historia, una reivindicación donde las voces intergeneracionales del colectivo relatasen su juventud, sus orígenes, su barrio, su Madrid. Es cierto que somos un colectivo muy diverso. Desde diferentes partes del mundo como Guatemala, República Dominicana, Perú, España…, coincidimos en la necesidad de ejercer la expresión de un modo artístico. La necesidad de empatizar con otras personas de otros lugares o de éste. De contar historias y de conectar miradas que se entienden. Celebramos la vida, que estamos y que somos diferentes. Como veis, aglutinar el concepto de Tardes de Garaje y sintetizarlo en un show de menos de una de duración es un ejercicio de precisión muy afinada. Temáticas como los desahucios, las migraciones, la gentrificación, etc., corren el peligro de resultar asépticas si primero no se desnuda el corazón, no se baila con la fiesta y no se llora con las memorias que duelen en el corazón.
Todo eso ocurrió aquella noche del 11 de agosto en Lavapiés, barrio de migraciones y diversidad por excelencia. Todo inició y acabó en una sola pieza artística de cuarenta y cinco minutos perfectamente engranada que versa sobre una juventud en tránsito que grita y se agita en esta sociedad. Que se encuentra, se reconoce y lucha junta. Que se imagina un futuro utópico y lo siente al alcance de la mano. Camina hacia él, camina por él.
Y, finalmente, todo cobró sentido cuando Lavapiés nos devolvió todo su amor entre el humo colorido que teñía nuestros últimos segundos. Nos sentimos y supimos que había un poco de cada historia en cada persona que estaba a nuestro lado gritando, saltando, emocionada o cantando a pleno pulmón. Gracias, Lavapiés, de corazón a corazón.